miércoles, 2 de mayo de 2007

Solita


Solita tenía seis años cuando murió ahogada. Lo recuerdo claramente, yo tenía ocho. Aun, en esas noches difíciles y llenas de sueños extraños, a pesar de que han pasado muchos años, la veo claramente. Sus ojos marrones atónitos, su pelo negro desparramado alrededor de su cara, su pequeña nariz de niña, sus manos abiertas como pidiendo.

Soledad Mercedes Toro, era la única hija de la maestra Antonia y el farmaceuta Rafael Toro, quienes la habían concebido a una edad que yo, en aquel tiempo, consideraba indecoroso por lo avanzada. La cuidaban demasiado. No la dejaban jugar con nadie por miedo a que se contagiara de alguna enfermedad incurable. No jugaba en la calle para evitarle toda clase de accidentes mortales y rebuscados y comía papillas de bebé, aun cuando ya había dejado de serlo, para que no se atragantara. Mi mamá refunfuñaba de vez en cuando, refiriéndose a ellos, que Solita iba a ser viejita antes de que la dejaran ser niña. Ninguno de estos cuidados extremos pudo evitar lo que sucedió ese sábado hace treinta años, Solita no tuvo tiempo de ponerse viejita. Tampoco de ser niña.

Su único pasatiempo consistía en sentarse con las piernas cruzadas en el porche de su casa para vernos jugar como locos en la calle todos los días. -¡Solita!- Le gritábamos todos los domingos cuando íbamos a jugar béisbol en el campo cerca de la casa. Nos veía desde lejos escondiendo su cara detrás de sus piernas, toda ojos, toda cabello, resignada a permanecer sola mientras todos los demás se divertían. Hasta aquel sábado.

Yo estaba comprando fósforos que mi mamá me había pedido, en la bodega, cuando escuche el grito desgarrador y agudo de la Sra. Toro. -¡Solita se perdió!-. Comenzó una búsqueda frenética por toda la cuadra gritando a todo pulmón, de todos los que estábamos por ahí. Hubo gente que la vio correr a toda velocidad con los brazos abiertos, como si volara, riéndose sin parar, embriagada del arrebato de libertad que se estaba permitiendo. Sin embargo, nadie logró precisar hacia donde corrió, ni a que hora fue, pues el espectáculo había sido tan extraño, que los hechizó por un momento, que resultó ser mortal.

Colaboré en lo que pude, busqué por todas partes, le pregunté a todo el mundo por ella. Ya la Sra, Antonia y el Sr, Rafael estaban desesperados y la policía había intervenido, cuando consideré que podía ya pasar por mi casa a tomarme una limonada, pues el ajetreo me dio muchísima sed. Me fui directo al patio trasero, donde se encontraba la mata de limón.

Está de más decir que la encontré. La casa estaba en silencio, como si nadie la habitara ni en aquel momento, ni nunca. El tiempo se estiró como una liga a punto de reventarse. Hasta el viento se detuvo, conteniendo el aliento. Allí estaba, tirada boca abajo en el tierrero de mi propio patio a cinco metros de la mata de limón. Tenía las piernas y los brazos abiertos, el pelo desparramado alrededor de la cabeza. Parecía que estuviera volando. Me acerqué lentamente, rogando que estuviera bien, aunque presintiendo lo peor. Llegué a sus pies primero, se le había salido un zapato, rojo de patente, que estaba a poca distancia de ella, al lado de una piedra. La media con encajes en el borde estaba manchada de tierra. Aquí tropezó, me dije. Seguí caminando un tiempo que me pareció infinito por la cantidad de cosas que pensé, Hasta que llegue hasta su cara, bocabajo, entera dentro del plato de peltre donde tomaba agua mi gata Josefina. El agua salpicada, ya seca, hacía un dibujo a su alrededor. La verdad cayó sobre mi como un ladrillo y grité, por fin un sonido quebró la inmovilidad: -¡Es Solita!, ¡Solita se murió!-.

3 comentarios:

carla dijo...

chama, cuando cayó con la cara en el tazón lleno de agua, Solita estaba viva y por eso dices al comienzo que murió ahogada? Coño por que no se paró?!!! Le tenian las alas tan amarradas que cuando por fin voló no supo que hacer ante el primer tropiezo? Porecita.....

Anne-Marie Herrera dijo...

lo mas increible de esta historia es que sucedió en realidad... o casi... como la escribí, me lo contó mi abuela y ocurrió durante su infancia.Y si, Solita murió ahogada, no pudo moverse una vez que cayó de cara en el tazón, supongo que se desmayaría...pero tu versión de las alas amarradas me gusta mas. Un besote!

Francisco Pereira dijo...

Bella historia, encierra en si mucha magia. Hay tensión en el relato aún conociendo desde el principio el destino fatal de Solita.