lunes, 14 de noviembre de 2011

Mañana

Mañana es una palabra llena de promesas, que suelo mirar con desconfianza. Mañana es esperanza, esa que me había prometido no sentir porque estoy enferma de optimismo y vivo surfeando sobre imposibles. Pero hoy no puedo vivir sin mañana. Hoy respiro mañana, sueño mañana. Mañana es una palabra llena de amor. Mañana sabe a beso, a reencuentro, a corazón saltando. Mañana finalmente mis ojos lo alcanzan de nuevo y mis manos vuelven a tomar las suyas. Mañana llega mi amor. Salta el mar y el pedazo de tierra que nos separa y viene a mí, mañana. Mañana es día de alegría. Mañana es el comienzo de otra de nuestras aventuras, esas que juramos vivir juntos. Bienvenido al mañana mi amor, que aquí desde hoy te estoy esperando.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

DIECIOCHO

Hoy hace dieciocho años que comenzaste ese increible viaje desde mi vientre al mundo. Un trayecto corto, pero inmenso por todas las posibilidades que entraña. Hace dieciocho años me estrené en ese incierto y bello destino de madre y tú respiraste por cuenta propia por primera vez, inaugurándote en la vida.

Los meses anteriores fuimos una, el oxígeno de mi sangre te llegaba, indispensable. Te alimentaste de mi cuerpo e hiciste acrobacias acuáticas, pececito inquieto, en ese pequeño mar que me habitaba. Anidaste dentro de mi y yo te sentía allí moviéndote, latiendo al son de tu propio corazón acompañado por el mío. No imagino relación más íntima que esa.

No te puedo decir exactamente lo que sentí al verte por primera vez, fué abrumador, emocionante. De algún modo ya te conocía, pero por otra parte te veía la cara y te tocaba los dedos por primera vez. Tus intensos ojos negros me miraron, inquisitivos. Yo pensé en ese momento que te estabas preguntando si yo estaría a la altura de la labor que estaba por comenzar. Supongo que nunca se está verdaderamente a la altura, es algo que se intenta y se construye todos los días. Sólo se del amor, tan intenso que casi duele, que sentí en ese momento y sigo sintiendo por ti. Ser tu mamá es unos de los retos más bonitos que he tenido en la vida.

Recuerdo claramente cuando yo misma cumplí 18 años. Recuerdo la emoción y la expectativa, todo estaba por comenzar, por hacer. Mi mamá durante mucho tiempo me dijo que para “hacer lo que me diera la gana” tendría que esperar a los 18 años, la mayoría de edad, y yo contaba el tiempo impaciente. Supongo que ella creía que compraba tiempo a mi rebeldía, postponiendo la desilusión. ¡Que desengaño! En Venezuela, a los 18 puedes manejar, beber, comprar cigarrillos, casarte, abrir una cuenta de banco y tener propiedades, pero aún son muchos los años por delante para la independencia, que es lo que permite “hacer lo que te da la gana” con total responsabilidad sobre las consecuencias. Me tomó unos cuantos años más tomar las riendas de mi vida y más aún ser totalmente responsable de mi misma. Mudarnos para EEUU significa una tregua de 3 años para que eso se complete, al menos la parte legal. Aqui solo puedes manejar y viajar (creo que casarte tambien, pero no se), el resto de los deberes y derechos los adquieres a los 21. Legalidades aparte, la mayoría de edad es sobretodo un hito simbólico, está allí para recordarnos que estamos en el camino de hacernos adultos y ese camino es largo. Yo estoy y estaré siempre aqui, contigo de cerca o de lejos, como nos toque en la vía, para acompañarte, para apoyarte, para quererte y para honrar ese bello momento en que te di a luz. ¡Feliz cumpleaños mi amor!

sábado, 2 de julio de 2011

Sotobosque y despedida


Es curioso, casual o no, no se. Cada vez que me mudo expongo en la Galería AZULARTE y además coincide con mi cumpleaños. Es como una conjunción mágica en la que Luciano Gimón, funge de galerista y oficiante de un gran cambio en mi vida.

Esta vez el paso es grande. Me voy más lejos y por lo tanto esta exposición tiene mayores tintes de despedida. Y eso que yo no creo que nada sea definitivo, por lo menos hasta que lo sea. Es decir, todavía no me toca sacar esas cuentas. En cualquier caso, decido ser Ulises y no Penelope y viajar, volver, buscar, quizás de vuelta a Ítaca.

El paso es grande y las circunstancias en las que preparé esta exposición fueron especiales. Sin taller de trabajo, armada solo con lo que tengo a mano, mi inquebrantable voluntad de trabajar, un poco de inventiva y algo de realidad virtual, me tocó (o elegí) preparar una especie de retrospectiva de mis tiempos de ecóloga cuando estudiaba las aves del sotobosque de Guatopo. De allí surge SOTOBOSQUE.

Sotobosque es la palabra científica que designa la parte baja de un bosque. Delimitado por el suelo y las ramas inferiores de los árboles, enmarcado por la repetición vertical de sus troncos, el sotobosque es un mundo fascinante, lleno de luces y sombras, texturas y colores, animales y ruidos.

En ésta exposición, rememoro mi tiempo de ecóloga, pero ya con otros ojos. Inmersa en esa escala humana del bosque y con mirada de artista, me recuerdo pequeña y humilde, asombrada ante el misterio y su belleza.

Las piezas están elaboradas de diversas maneras: acrílicos sobre lienzo, sobre madera, hojilla de oro, de plata y con técnicas digitales impresas sobre lienzo o sobre clear. Transparencias, brillos, ritmos y colores predominan en la propuesta. No intentan un inventario ni una descripción de lo observado, sino más bien una aproximación emocional a lo recordado. De allí su cualidad onírica y sutil.

Espero que me acompañen el domingo 10 de julio a las 11 am en Azularte Galería, en El Hatillo, para la inauguración de esta exposición. Porque no hay mejor manera de celebrar cumpleaños y despedidas, que rodeado de gente querida.

sábado, 14 de mayo de 2011

El árbol viajero



Primero me llegó su olor y una inmensa ternura me invadió al comprobarlo. Floreció el arbolito de Ylang-Ylang que sembramos en nuestra casa. ¡Qué arbolito tan valiente ese! Desafiando la falta de agua y el suelo arenoso en donde está sembrada, nos regaló sus primeras flores, como siempre, escondidas en el follaje, pero delatadas por su fuerte olor dulce. Floreció el día de las madres, cosa que fue una linda casualidad. Mi mamá me trajo la madre de esa mata de República Dominicana. Llegó de viaje con una maleta gigantesca y muerta de la risa me dijo que me traía un regalo. Cuando la abrió salió el tronco de un arbolito con maceta y todo y yo no podía del asombro. Claro, ella no se imaginó nunca que traerse una mata en la maleta es ilegal, y nadie sospechó de su cara de lapona inocente. En ese momento vivía yo en Lara y allá lo sembré, el arbolito viajero. Tuve suficiente tiempo para disfrutar muchas de sus floraciones. Llenaba mi casa de su olor y la vecina se quejaba y me pedía que lo cortara, no soportaba su dulzura.

Al mudarme a Margarita me traje unos hijos de aquella mata inmigrante y los sembramos en nuestra casa de tierra, sobrevivió una sola que ahora ya sobrepasa los dos metros de altura.

Este árbol extranjero, me hace reflexionar sobre los movimientos. Estoy a punto de moverme de Margarita hacia el norte y he tenido un montón de dudas y angustias desde que tomamos la decisión. Dejar la casa que hemos construido con tantos sueños e ilusiones, moverse de la cultura propia hacia otra con otro idioma, dejar a los amigos y gente querida. Entonces recuerdo algo que yo misma digo con cierta frecuencia, soy una persona, no un árbol, tengo piernas, no raíces, por lo que caminar es lo mas natural del mundo.

Siempre hay excepciones a todo, allí está mi Ylang-ylang, un árbol viajero que va echando raíces de generación en generación en distintos sitios. Y así es mi familia, viajera, migrante, un poco de aquí y un poco de allá y echamos raíces, pero sabemos recogerlas y viajar. Al mejor estilo del Ylang-ylang.