viernes, 15 de agosto de 2008

Selección natural

Tuve un primer impulso de ayudarla. Los trece pisos y el hecho de que eran muchos detrás de ella, me disuadieron. No había nada que hacer, solo observar como la perseguían. No dejaba, sin embargo, de inquietarme. Una parte de mi se solidarizaba con ella, sola y perseguida, y otra decía que era lo natural. Ella volteaba de vez en cuando y miraba asustada a sus perseguidores. Eran como ocho, no podía contarlos con precisión, pues se movían mucho y además se sumaban y restaban orgánicamente como si funcionaran en masa.

Podía percibir su angustia. Sus gestos denotaban miedo. Todo pasó tan lento y a la vez tan rápido que mas me tardo en contarlo que los hechos en sucederse realmente, pero me dio tiempo de percibir detalles. Como si estuviera allí. Como si fuera ella. Como si fuera ellos.

La perseguían y ella hacía lo posible por no dejarse atrapar. Casi podía escuchar sus respiraciones agitadas. Ver los ojos inyectados en sangre. Olfatear las hormonas fluyendo enloquecidas, moviendo músculos, promoviendo la persecución. Un solo objetivo. Una sola presa. Ella corría.

Fue derecho hacia la gran avenida. Parecía una huida desesperada, pero al observarla cruzar, me di cuenta de que no era así. Se escurría entre el tránsito veloz con la habilidad de un experto. Era su medio natural. Ningún carro la tocó. No hubo movimientos forzados, ni titubeos. Cruzó fluidamente en diagonal, mirando solo hacia delante. Obstinada.

Los que venían atrás no vieron el peligro. Sólo la olían, la miraban a ella, que se les escapaba hábilmente. Arremetieron contra el asfalto sin mirar, con consecuencias nefastas. Dos fueron atropellados sin misericordia. Los carros no se pararon a ver que había pasado. Los demás llegaron al otro lado brincando, cada vez más enloquecidos.

Ella volvió a cruzar. Otra vez en diagonal. Y se repitió la escena de igual modo. Ella incólume, calculando cada movimiento y ellos desenfrenados con el sexo como único objetivo. Así fueron cayendo, dos más. Luego tres. En cada cruce en diagonal, ella se deshacía de unos cuantos. Un zig-zag mortífero para ellos, de alivio para ella.

Finalmente quedaron solo tres. De pronto ella paró la carrera y los enfrentó, quizás estaba cansada ya. Los midió por unos segundos. Ellos se abalanzaron sobre ella. Se peleaban entre sí, mordiéndose las patas. Desaparecieron de mi vista luego de un rato de tumulto desordenado y violento. Supongo que ella elegiría a alguno para aparearse, pero no vi a cual.

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