viernes, 7 de marzo de 2008



Sospecho que pronto moriré. Todos vivimos, lo sé, bajo la certeza de la mortalidad y la gente utiliza todo tipo de estrategias para que cada respiración no cause la angustia del final que acecha. Lo que me pasa a mi es un poco distinto, o quizás sea igual para todo el mundo, no me atrevo a preguntar por ahí. Tengo la certeza de que muy pronto voy a morir y seguramente de forma violenta o por lo menos pintoresca. Todas mis vidas anteriores a ésta han sido cortadas por el mismo patrón. Y si, las recuerdo dolorosamente, por extraño que parezca. He vivido cientos de vidas y muy variopintas. He sido monje italiano y morí envenenado por un compañero de claustro. Fui cortesana francesa y me asesinó una mujer celosa. También aviador, extrañamente perdí la vida de manera tonta en la bañera de mi casa. Fui sirviente de un conde inglés y sufrí una horrible indigestión que me llevó a la tumba. Una vez fui pirata y morí de una enfermedad vergonzosa. He sufrido todos los males y pestes de la humanidad. He muerto de hambre, de frío, quemada en la hoguera, comida por animales salvajes, en accidentes de tránsito, accidentes domésticos, asesinatos, incendios, inundaciones, terremotos, tempestades, en manos de extraterrestres, de lunáticos antisociales norteamericanos y cuanta calamidad se le ocurra a la imaginación. Hasta he muerto latinoamericanamente de amor en más de una ocasión. Recuerdo cada una de mis vidas y particularmente recuerdo cada una de mis muertes. He practicado todas las religiones y cultos que los humanos hemos inventado a lo largo y ancho de la historia y la geografía. De hecho hasta creé alguna yo misma en alguna de mis vidas. He estudiado todas las filosofías. No me ayudó el estoicismo, ni el eclecticismo, ni el existencialismo, ni el materialismo, ni el New Age. Ni siquiera me ayudó la física cuántica. Nada de eso me ha servido de algo. Vuelvo a vivir y a morir con perfecta conciencia de todo, sin remedio y sin esperanza.

En esta vida soy cocinera en un famoso restaurante en una famosa isla del Caribe y para burlar mi destino en esta vida he decidido ser budista, iluminarme y evitar el interminable ciclo de reencarnaciones que solo traen sufrimientos y muerte. Alcanzar al nirvana de la no-existencia iluminada evita todos los sufrimientos, la idea distinta a la de la vida eterna en el cielo de los judeo-cristianos, quienes sugieren que sufriendo se llega al cielo. No entiendo como no se me ocurrió antes, pero no se si funcione. Ha sido difícil, pues lo he tenido que hacer en secreto. Nadie debe saber que hago 600 postraciones diarias, ni que repito mantras como lunática hablando sola, ni que cargo una mala amarrada a la muñeca. Casi siempre lo hago de noche, o cuando todos comen o duermen la siesta o hacen el amor. No me atrevo a ir al Tibet y hacer un curso intensivo, porque resultaría obvio. Estoy determinada a no volver a vivir. Es como cometer suicidio cósmico. Estoy determinada a burlar el destino.

El destino, más precisamente mi destino, está escrito. Todas mis vidas anteriores fueron escritas y ésta que estás leyendo, también, como es obvio. Mi destino lo escribe alguien que evidentemente no respeta mi derecho al Libre Albedrío y se divierte decidiendo en que situación ridícula me va a colocar en una determinada vida. No me puedo esconder. He hecho viajes increíbles escapando de mi destino, y solo se incorporan a la trama de mi vericuética vida, la de ese momento, haciéndola, para colmo más interesante y rica en giros imaginativos. Me he suicidado, y lo único que he logrado es facilitar el trabajo y añadirle dramatismo al asunto. He hecho cosas reñidas con las buenas costumbres y con la ética, he matado, he robado, mentido, gritado y pataleado, creyendo que con eso burlaba el curso de mi historia, para descubrir tristemente que ese camino que yo creía estar escogiendo, me llevaba a mi propio final. El final escrito.

Estoy sospechando que lo mismo me va a ocurrir con esto del budismo. A veces, recitando los mantras, me vienen a la mente fogonazos de estar cumpliendo un papel asignado. Que esta misión que me he impuesto con toda seriedad, no es más que otra historia. Cuando me siento a meditar y pongo mi mente en blanco, o visualizo alguno de los demonios protectores, la veo. La veo sentada escribiendo y sonriéndole a la pantalla de su computadora. Se que me descubrió. Se que está incorporando esta faceta de mi vida en la trama de la historia que está escribiendo. Me va a matar pronto. Y claro, de eso vive, es escritora. Y cada cuento que publica sobre mí, sobre mi vida y sobre mi muerte, le permite a ella seguir viviendo. Y escribiendo.

Ahora lo tengo claro. La única manera de morir definitivamente es que en este momento tú acudas en mi auxilio y dejes de leer ya.

6 comentarios:

susana dijo...

Muerte de alma, de espíritu o de pensamientos?

Rodrigo dijo...

Dejare de leer...hasta que escribas de nuevo je, esta muy bueno el blog, sobre todo este post, esta excelente

Francisco Pereira dijo...

¡Maravilloso relato!, estás mas viva que en ninguna otra vida.
SI te descubro en la Isla del Caribe te prometo que te invitaré a compartir un espacio de tiempo cósmico.
excelente, excelente, excelente.
Namaste.

Eder dijo...

La mejor parte va a ser tu cara de pendeja cuando sepas quien te escribe... ha sido un viaje muy rico a ti... lo demás te lo digo cuando te vea, no sé si en esta u otra vida.

Eder dijo...

Ah, el Carlitos está preñao

pochogarcés dijo...

Se muere cuando gana el olvido!

:-)

Viviras!

Un beso!