lunes, 24 de septiembre de 2007

La belleza: en el espejo de la bruja


Según el pequeño Laroussse es “armonía física o artística que inspira placer y admiración”. Es un concepto que todo el mundo conoce. Una idea universal con una muy limitada aplicación general. La belleza, y eso todo el mundo lo sabe, es un concepto cargado de subjetividad. Como casi todo. No se puede medir, no tiene leyes generales que la rijan, no hay acuerdos que vayan más allá de la visión personal, aún cuando haya patrones generales de belleza modelados por la cultura y el tiempo. En tiempos de Rubens las gorditas neumáticas eran sexys. En China era bello tener pies pequeños y deformados. Hoy en día es bella quien parece una flaca prepúber.

¿A que viene todo eso? Hace unos días fui a un salón de “belleza”, una peluquería, pues. Debo aclarar que no fui a cortarme yo el pelo por las razones que expondré mas adelante. Mi hijo necesitaba un corte de pelo, pues en su colegio no es aceptable que un varón tenga el pelo largo, deben tener corte de “hombrecito”…hablando de subjetividades. En pocos lugares me siento más fuera de lugar que en una peluquería. Me siento como una traidora a mi género. Miro a mí alrededor y veo mujeres de pelo ensortijado planchándoselo, mujeres de pelo liso haciéndose la permanente. Maquillajes increíbles, uñas acrílicas con paisajes miniaturas. Disfraces, muchos disfraces. Hombres que se disfrazan de mujeres. Mujeres que se disfrazan de las mujeres que no son. No me siento mujer en una peluquería. Las peluqueras me miran con condescendencia. No entienden porqué no me hago “algo” en ese pelo loco mío, que le falta “estilo”. Y es que le tengo pavor a los disfraces. A esos que no se usan para divertirse en una fiesta, sino los que se usan para la vida cotidiana. Me horroriza incluso la idea de vestirme “elegante” para una fiesta, ponerme tacones y rimel, medias panties y laca en el pelo. Me angustia mirarme en el espejo y no reconocerme. Loqueras mías, supongo.

Como iba diciendo, estaba yo sentada en la peluquería esperando que se desocupara alguna de las seis peluqueras, para que atendieran a mi hijo, que por cierto se sentía vejado por tener que cortarse el pelo para satisfacer una regla discriminatoria y ridícula de su escuela y soltaba unos lagrimones tristísimos. Reflexionaba sobre el esfuerzo diario que hacen montones de mujeres (y algunos, cada vez más, hombres) para ser bellos. Horas en el gimnasio, no por la salud, sino para eliminar la celulitis y las revolveras, endurecer glúteos, abdominales. Sacrificios increíbles en cuanto a la dieta, cero placer de comer, medir calorías y tomar pastillas diuréticas (con las que pierdes agua y no grasa, un espejismo a la hora de perder peso), pastillas laxantes (que incrementan la velocidad del tránsito intestinal, disminuyendo así la posibilidad de que los alimentos se absorban) que dan dolores de barriga y diarrea. Los desórdenes extremos como la anorexia y la bulimia. La locura de estar flacos y no necesariamente saludables y felices. El maquillaje y los “trucos” de belleza que proclaman las revistas femeninas. Como hacer para que los ojos te luzcan mas grandes, la nariz más pequeña, la piel más tersa. El último grito de la moda en cuanto al pelo, los tonos que se llevan, la textura adecuada, el largo permisible. El modo de vestirse, los accesorios, como hacer para que combine la cartera y los zapatos, además del celular. Los tratamientos de belleza, los masajes reductivos, la dermoabrasión, los peelings, el levantamiento de glúteos, la gimnasia pasiva, la inyección de una neurotoxina para evitar las líneas de expresión (y la expresión). Y últimamente, las medidas “rápidas” quirúrgicas: los implantes de seno, de glúteos, la lipoesculura, la rinoplastia, los lifting y pare usted de contar de la cantidad de cosas que se hacen en un quirófano para hacer a los cirujanos plásticos más ricos y a las mujeres y hombres más plásticos y menos ricos.

Es un esfuerzo agotador, tanto de tiempo como de dinero, ser bella. Y definitivamente genera muchísima angustia. No puedo evitar las preguntas. ¿Bella para quién? La belleza, según un dicho muy conocido, está en el ojo de quien la admira. ¡Qué difícil debe ser complacer a ese gentío! ¿Bella para qué?, esta es una pregunta con truco. Las mujeres bellas (y hablo de mujeres, puesto que soy una, no me atrevo a afirmar algo así con los hombres), según la sabiduría popular, consiguen más cosas más fácilmente. Consiguen marido (si están buscando uno), consiguen sexo (si ese es el objetivo), consiguen trabajo (se busca secretaria o ejecutiva de ventas o vendedora con excelente presencia), consiguen la envidia de las adversarias, consiguen admiración de mujeres y hombres, consiguen mejores notas en la universidad (siempre y cuando no se les aplique el prejuicio de “cabellos largos ideas cortas”). La belleza, parece ser el vehículo social (que nos lleva exactamente a ¿Dónde?) y a mí, sinceramente, me cuesta mucho vivir en un mundo así.

A pesar de todo eso mi esposo suele decirme que soy bellísima. Y a mí eso me da un poco de risa. En parte es una risa de placer, pues estoy muy clara que es que él me ve bella, lo cual está muy asociado al amor (uno quiere a sus hijos y no importa lo feos que sean son siempre bellos para uno). Pero también me río porque no encuentro mérito en ello. Yo no he hecho nada por ser bella (o porque él me vea bella, en realidad), no invierto ni mucho tiempo ni dinero en serlo o parecerlo, ni tuve participación en la configuración de genes que resultan en mi configuración física. Es una risa incómoda, pues no me gusta la idea de que la mayoría de la gente se juzgue por el empaque, que lo que se parece que es sea más importante que lo que verdaderamente se es. Cuando las circunstancias me obligan, y me maquillo (aunque sea solo una rayita en el ojo y un poco de brillo en los labios), siento que estoy haciendo una concesión, que me estoy disfrazando, que estoy ocultando quien soy verdaderamente para mostrarle al mundo otra Anne-Marie, una que parece ser bella.

¿Quién fija los patrones mediante los cuales se juzga la belleza? ¿Por qué la belleza es forzosamente asociada a la juventud? Si volvemos a la definición del Larousse (pequeño no es), la belleza debe producir placer. ¿Produce placer tener que hacer tanto esfuerzo para parecer algo que no se es? ¿Qué tanto dice la apariencia externa de quienes somos verdaderamente en nuestro interior? ¿Importa eso realmente? Pienso en lo ridículamente reciente que son los movimientos de la supuesta “liberación” de la mujer (hace menos de 50 años todo esto era impensable), la adquisición de voto, de participación pública, la independencia económica, la posibilidad de decidir cuántos hijos tener. La adquisición de esa cantidad de libre albedrío ¿la usaremos para decidir cuantos cc nos implantamos en los senos? ¿Cuántas horas de gimnasio para reducir los cauchitos? ¿Qué marca de rimel usaremos? ¿Cuánto debemos pesar? Me da un poco de dolor pensarlo, pues seguimos esforzándonos para complacer patrones de belleza impuestos por ¿Quiénes?

En las encuestas que he hecho a los hombres respecto a esos temas, no encuentro casi ninguna pista. A la mayoría de los hombres que he encuestado no le gustan las mujeres demasiado flacas, prefieren cierta cantidad de redondeces y curvas. Los pelos tiesos de productos químicos de peluquería, ni siquiera los ven. A algunos de plano no le gustan los senos falsos. Ni el exceso de maquillaje, ni la ropa excesivamente adornada. Hay quienes desean tener una mujer-trofeo a quien exhibir a su lado, básicamente para impresionar a sus amigos y demostrar lo efectivos que son a la hora del levante. Pero no están muy interesados en las personas que son esas mujeres, sirven mientras son bellas. ¿Estamos interesadas en una relación así?

Sospecho que belleza es una auto-imposición. Y creo que por ahí va la cosa. El ojo que más duramente nos evalúa y nos compara con un “ideal” de bellezas tipo cosmopolitan, es nuestro propio ojo. Tenemos en casa nuestro propio espejo de la bruja de Blancanieves diciéndonos “quien es la más bella del reino” y nunca pasamos la prueba. Todos los días nos lavamos la cara, nos cepillamos los dientes, hacemos todas esas pequeñas rutinas que nos caracterizan y salimos a la calle a vender nuestra belleza, a sufrir por la falta de ella o a trabajar incansablemente para obtenerla.

¿Quién metió detrás de nuestros ojos-espejos la idea de que ser bellas es de tal o cual manera? ¿El que vende maquillaje? ¿Las peluqueras? ¿Los vendedores de revistas femeninas? ¿Los fabricantes de ropas para flacas? ¿Hollywood? ¿E-entertainment television? ¿Por qué atendemos a patrones externos y nos odiamos un rato cada mañana en el espejo? ¿No sería maravilloso comer una buena comida sin sentir culpa, que te miren sin maquillaje y te reconozcan, desnudarte con la luz prendida sin sentir vergüenza por tus hoyuelos de las nalgas, no tener cicatrices auto-infligidas?

Y vamos a estar claros, es inevitable envejecer. De eso podemos estar seguras, a pesar del botox, de la silicona, del colágeno, de todas la liposucciones, lifting y correciones que se nos ocurran, eventualmente envejeceremos. No podemos parecer de quince hasta los sesenta. Y cuando se intenta, se nota y denota el miedo pánico que tenemos a ser viejas. Y nos inventamos una juventud falsa. Cuando perdamos esa belleza asociada a la juventud ¿Qué vamos a hacer? Si todo lo que tenemos para ofrecer es nuestra belleza joven, cuando seamos viejas ¿Quiénes seremos?

Yo quisiera creer que alguien es bello cuando se siente cómodo en su propia piel, sin hacer demasiadas concesiones ni sacrificios. Que puede sonreír confiado y amar a plena luz sin temer a ser juzgado. Que se mira en el espejo y ve a su propia persona, no un artificio inventado, superpuesto y plástico. Que tiene mucho que ofrecer desde su interior, que más que parecer, es. Finalmente la belleza tiene que ver solamente con el concepto que nosotros tengamos de nosotros mismo y ese es el ojo inspirado al que se refiere el pequeño Larousse. De no ser así, el esfuerzo es titánico e inútil.

8 comentarios:

susana dijo...

Pues 100% de acuerdo contigo, el sacrificio que hay que hacer para ponerse bella para los demás con la incomodidad de usar el disfraz que la sociedad creo para decir que eres o no bella, prefiero seguir sin maquillarme, sin ser bonita para la sociedad pero feliz yo, un beso y un abrazote amiga

Tadeo dijo...

De todas maneras me alegro de que seas, y te vea, y te sienta, BELLA...

carla dijo...

coooooño!!! ese anonimo si es lanzao...pero es que asi eres tu, mi querida amiga, dejas tu huella en todos los que te conocemos. MUA!

pochogarcés dijo...

:-) Como le hacemos????
Justo ayer le comentaba a un vecino de 15 anos (quien se acaba de operar la nariz porque sentia verguenza de ella) (nariz normal, ademas) el asunto es que, el no comprende la belleza... no sabe que significa esa palabra! y aqui estamos, siendo, por momentos, bello. Tu naturaleza es la belleza! por so te ves asi, te sientes asi, creas asi, etc...
Un beso y saludos por alla!

pochogarcés dijo...

Bella, mi nuevo post tambien es un homenaje a ti!

Tadeo dijo...

!Caray mi amor! eso de tener un admirador anónimo sí que resulta novelesco, me recuerda a Víctor Hugo, y por lo no identificado también a Von Daniken...
Me parece una guinda literaria digna de ser comentada y hasta disfrutada.
¡Cónchale! si es que hasta del olor de la piel habla. Pero no se identifica... Interesante...
No resulta muy osado eso.
Pero en fin: cada cabeza es un mundo jaja...
Beso.

pochogarcés dijo...

A ver, donde estas?

Anne-Marie Herrera dijo...

he estado en silencio, pero no tranquila. Trabajando, exponiendo y evaluando un año cuestarriba. Ya pronto escribiré algo.
besos a todos