miércoles, 22 de diciembre de 2010

umbral


Se acaba este año con cierto sabor a despedida. Sentada en mi casa de barro, pienso en lo inútil que ha venido resultando luchar contra la entropía en esta isla. Llueve y mi casa quiere ser río. Llueve y en las paredes retoñan las semillas atrapadas, como queriendo señalar el verdadero origen de su sustrato. Llueve y nos sumergimos en el agua real y la imaginaria, esa que enlentece el tiempo y nos imprime miradas asombradas. Llueve y el sueño bonito que construimos se desgaja y volvemos al mundo mojados, desnudos y teniendo que volver a empezar pero lejos, mas lejos. No es que la casa se caiga, ella sigue aquí, bella, orgulloso castillo de barro y amor. Los desterrados somos nosotros.

La vida a veces me cansa. Supongo que es infantil mirar el futuro como si guardara algo para mí. Ya no levanto la mirada. No espero, no añoro, no me ilusiono. Solo vivo, respiro, miro la lluvia, renuncio al sueño, aborto una vida posible. El año se acaba y esto se termina. Pinto mi puerta de azul y hago conciencia de que estamos en el umbral, de salida. Lloro.